Trabajando para un jefe que me exprimía
Curros de obrero, friegaplatos, camarero. Mucho turno, poco respeto y $50 en la cuenta. La típica vida que no quieres, pero repites por inercia.
Explotación laboral, cero confianza, jefe gritándome por un sueldo de risa y ni valor para hablarle a una mujer porque sentía que lo tenía todo demasiado pequeño: la cuenta, la autoestima y la ping*.
Me refugié en fiestas, cerveza y porros para no mirar la realidad:
dando 50.000 vueltas y quemando
50.000 dólares sin avanzar, rozando el punto de
“vendo mi alma a cualquiera con tal de salir de aquí”.
El giro vino cuando dejé de esconderme en la cocina, convertí toda esa frustración en plan, y lancé mi proyecto.
Acabé vendiendo la empresa de Kevabro por 3,2 millones.
No porque fuera perfecto, sino porque dejé de vivir como un extra en mi propia película.
Si te reconoces más en la cocina que en la foto de después, no necesitas otra excusa: necesitas empezar.
Primero fui mano de obra barata, luego director de marketing para otros. El cambio real llegó cuando decidí dejar de construir imperios ajenos y poner mi nombre en lo que hacía.
Curros de obrero, friegaplatos, camarero. Mucho turno, poco respeto y $50 en la cuenta. La típica vida que no quieres, pero repites por inercia.
Acabé como director de marketing en varias empresas. Buen título, buenos PowerPoints… pero mi potencial seguía encerrado construyendo sueños ajenos mientras el mío seguía en pausa.
Una noche de munchies y kebab: “si tanto me gusta, ¿por qué no lo convierto en algo mío?”. De ese antojo salió mi primer proyecto. Años después, esa idea termina en una venta de 3,2M $. Todo empieza en una decisión pequeña que te tomas muy en serio.
Esto no es ningún esquema Ponzi. Simplemente Ponzi fue el creador de este triángulo tan bonito que usamos cuando explicamos el modelo de negocio.
Si fuera una estafa, no lo pondríamos en la web.
Eso sería de estafador amateur. Aquí somos profesionales.
Nota litúrgica: los verdaderos creyentes no preguntan “¿y esto cuánto da al mes?”, solo aceptan que, pase lo que pase, al menos la historia será buena de contar.